viernes, 2 de abril de 2010

07 LA MAL LLAMADA POSMODERNIDAD (O LAS CONTRADANZAS DE LO MODERNO)

Momentos que articula la crítica que nuestro siglo hace del canon moderno.
Carlos Thiebaut

El texto de Thiebaut está estructurado en seis epígrafes: el primero reflexiona sobre la naturaleza del nombre de posmodernidad, y presenta los cuatro problemas (momentos que articulan la crítica actual al canon moderno) que desarrolla en los cuatro puntos siguientes. El sexto epígrafe se presenta a modo de corolario.

Hagamos un breve resumen de los seis epígrafes:

1. Un rótulo contundente y cuatro problemas.

Posmodernidad: Conciencia que la segunda mitad del siglo tenía de su novedad: elevarse agónicamente contra el modernismo autocomplaciente de los cincuenta.
Lo único que resta del término a día de hoy que pueda tener utilidad sigue siendo esta conciencia de agotamiento, el gesto de crítica o de rechazo, de sospecha de la modernidad.


2. La desvanecida complejidad de las racionalidades modernas.

La racionalización moderna se caracteriza por la diferenciación epistémica y valorativa: Los criterios de validez en los ámbitos del conocimiento, la justicia, lo individual y lo estético caminan por rutas distintas, configurándose en prácticas y en instituciones diferentes. Las perspectivas posmodernas pondrán de manifiesto la ambigüedad de este planteamiento a través de la dimensión sentido: si la dimensión sentido no le corresponde a ninguna de las lógicas por separado, cualquiera de ellas puede reclamarla para sí. Y, en particular, la estética: la vida como obra de arte; la esfera cultural, la esfera donde se articula la dimensión sentido. En el análisis social, las reflexiones posmodernas privilegian el sistema cultural y rechazan el modelo de diferentes esferas epistemológicas, lógicas e instituciones sociales.

3. Con el romanticismo contra la ilustración: la pluralización de los lenguajes.

La conciencia del lenguaje vuelve a ponerse en primer plano; el giro lingüístico planteó que la crítica de la razón y del conocimiento sólo podía realizarse desde un análisis del lenguaje y de su medio (crítica que ya realizó el romanticismo). Universalismo frente a contextualismo, pluralismo y diversidad de las formas materiales de la expresión. El cómo y el por qué determinada obra o determinado significado llegaba a formularse paracen perder importancia frente a la cuestión hermeneútica de cómo esa obra o ese significado operan y significan.

4. Contra el romanticismo: el desvanecimiento del sujeto.

La reivindicación del sujeto realizada por el romanticismo es incompatible con las tendencias posmodernas, donde la importancia de los lenguajes hace que pierdan interés las miradas sobre la subjetividad: el desvanecimiento del sujeto.
El desvanecimiento del sujeto es constatado por el autor a través de diversos autores:
Foucault: la idea de hombre –de sujeto, de subjetividad- es una creación de la Ilustración en la que ésta basa su programa epistemológico. La crisis del sujeto es la crisis de las categorías universales donde se fundamenta la filosofía occidental. Rorty propone que la filosofía deje paso a la literatura en el discurso educador. Este tránsito de la filosofía a la literatura nos devuelve al punto 2, donde se apunta que este fin de siglo quiere que el impulso crítico, otrora en manos de los discursos éticos y políticos, sea sostenido en el terreno estético. Tanto Paul de Man como Derrida rechazan la intencionalidad del sujeto como clave para la interpretación de los textos.

El desvanecimiento del sujeto lleva al desvanecimiento de la historia, que en el canon moderno tenía a aquél como noción central y que entendía la historia como proceso de aprendizaje del sujeto.

5. Contra el canon moderno: el colapso de la historia.

El desvanecimiento de la idea de programa o proyecto va de la mano de la imposibilidad de pensar una concepción del tiempo histórico como progreso, como secuencia o como proceso de aprendizaje. Lo acontecido en el pasado pasa a ser arsenal de las prácticas culturales de interpretación del presente y en el presente.
Y el presente, toda vez que ha quedado abolida la historia, ha de eliminar su misma conciencia temporal, y con ello, su mismo gesto de crítica a lo anterior.

6. La peculiar inevitabilidad del fragmento.

La posmodernidad se ha hecho reflexiva, por lo que no puede reclamar para sí ningún relato ingenuo o consolador. Ha perdido la coherencia discursiva, y se mueve mejor en el fragmento y la ironía.

OPINIÓN

Parece que la principal característica de la posmodernidad es la falta de características propias. Todo en torno a ella se define como una postura reaccionaria frente al paradigma moderno, sin que pueda definirse un solo concepto que le sea propio, original (salvo las nuevas tecnologías). Como dice el autor al comienzo, lo único que permanece desde los inicios de la “nueva” conciencia es el gesto de crítica y de rechazo a lo anterior. Pero esta postura tampoco es nueva, y ha sido recurrente en otros momentos de la historia, cuando se viven etapas de transición. En arquitectura, el barroco se abandona con el pensamiento ilustrado, precisamente, y comienza la arquitectura moderna; sus primeros pasos son de puro eclecticismo, de recuperación de todos los estilos anteriores y de otras culturas. Si bien se sigue utilizando el lenguaje clásico, las cuestiones fundamentales se han transformado: la escala, la luz, el espacio, la proporción, el fragmento…; la historia también se maneja como un arsenal… Será de la mano de las nuevas tecnologías cuando pueda hablarse de un cambio también en el lenguaje, con el empleo del acero y el hormigón, y de las profundas transformaciones que introducen la industrialización y la seriación.

Quiero decir con todo ello que los modernos también pasaron por su etapa de dudas y de indefiniciones (y la vivieron con positivismo), creo que comparable a la que vivimos ahora. La modernidad supuso un gran cambio en el mundo, una gran mejora en muchos sentidos. Siguiendo con el ejemplo de la arquitectura, lo peor de la modernidad fue su descontextualización, convertirse en un Estilo Internacional, desatendiendo las características propias del entorno, el clima y la forma de vida locales. Los malos arquitectos utilizaron las nuevas formas como una receta aplicable en todo caso; los buenos, no. Los buenos arquitectos posmodernos hicieron y hacen buena arquitectura, los malos no. Prefiero pensar que la arquitectura posmoderna es aquella que atiende al lugar, aprendiendo de la historia los sistemas constructivos que han sido eficaces y que han derivado de un modo de vida particular y sostenible. Ahí está el verdadero arsenal, y no en cuatro chorradas ornamentales a la que algunos arquitectos recurren y que, encima, pretender legitimar en nombre de la historia.

Creo que no debemos conformarnos con ser una contradanza de nada: conservemos lo que está bien y progresemos en lo mejorable, que es mucho.
Más que pararnos a pensar una definición de posmodernidad que aún no existe y que probablemente nunca exista, por su propio paradigma, avancemos.

Es necesario hablar en términos de acción, y no de reacción.

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